domingo, 12 de junio de 2011

BOWEN ISLAND (versión Gallo-Peña)

Bueno, vamos a dejar aparcado el tema de Terry porque va a terminar causando un conflicto internacional... Otro día seguimos con la prensa del corazón.

La Panda Fuchu dejó una huella indeleble en Vancouver, y no sólo por los bares (algunos hubo!) y entre los Terrys del lugar. A nosotros nos dejó una lista de sitios nuevos por visitar porque, mú chulos ell@s, en 12 días exprimieron Vancouver y alrededores hasta tal punto que mucha gente que lleva aquí viviendo 10 años todavía no ha hecho ni la mitad de visitas turísticas. Ya pusimos la cruz a Capilano (el puente suspendido) y hasta hoy no hemos podido ponérsela a Bowen Island. Nos recomendaron encarecidamente esta visita, y... ¡qué razón tenían!

Bowen Island se encuentra a escasos 3 km de la costa y se ve perfectamente desde Vancouver. Pero claro, para llegar allí no queda otra (la avioneta y el helicóptero se nos salen de presupuesto) que coger un ferry. Y antes un bus. Y antes el SkyTrain. Y aún antes otro bus, nuestro querido 159. O sea, que hay que echar más de dos horas para llegar. Pero merece muuuuuuuuucho la pena.

Hemos llegado a Horseshoe Bay, el pequeño puerto a 45 minutos de Vancouver desde donde se toma el ferry, sin tiempo de ver sus famosas estrellas de mar de 22 brazos. Tal cual hemos bajado del bus hemos subido al ferry. El viaje es una delicia, especialmente en un día apacible (sin vientos, lluvia ni temperaturas extremas). El paisaje es, secillamente, impresionante.

Tal cual hemos puesto un pie en la isla hemos empezado a caminar. Yo sabía que la Panda Fuchu había dado la vuelta al Lago Killerney pero en todo momento pensé que era mucho para las peques. Jugando al despiste, nos hemos acercado al lago y una vez en la orilla hemos dicho que íbamos a comer al otro lado. Las niñas han picado y, tontamente y sin grandes quejas, hemos hecho la vuelta completita. Es más, han disfrutado casi en todo momento y sólo han reñido... lo normal (o sea, mucho). Pero eso no tiene que ver con la caminata, es el pan nuestro de cada día.

A la vuelta, hemos querido dar una vueltecilla por las calles y casas más interesantes pero no había gran cosa, así que directamente al ferry. Después, ya en el bus, las peques han acusado las cuatro horas largas de pateo y han caído rendidas en el bus. Qué lindas están dormidas, verdad? Ya firmaba por tenerlas así más tiempo...

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