Tras jugar al escondite y adivinanzas, por fin ya está más que claro que el viaje sorpresa era... San Francisco! Y no era broma, era sorpresa. Las niñas no tenían ni idea de adónde ibamos, especialmente Carmen. Ana se olió la tostada en el aeropuerto de Seattle, aunque se habían levantado a las 4.30 de la mañana, no le cuadraba lo de volver a Vancouver en un avión que todo el tiempo decía, San Francisco. El caso es que llegamos a la supuesta Sunny California (tras el tsunami japonés las tormentas se han triplicado en la zona) y en el aeropuerto nos esperaba otro sol mucho más cálido, el de Ana, una amiga de la universidad que se afincó en estas tierras hace muchos años y que, afortunadamente, ella todavía se acuerda de mi... ya sabe ella porque lo digo.
Nos llevó directamente a su casa en Tiburón, al otro lado de la bahía de San Francisco, así que lo primero que vimos fue el majestuoso e impresionante Golden Gate Bridge, que nunca me cansaré de admirar.
El madrugón nos dejó a medio gas, así que nos hicimos fuertes durante un rato en su preciosa casa justo sobre el agua de la bahía de San Francisco, con guitarras que Carmen aporreó nada más llegar y un maravilloso perro, Beluga, que hizo las delicias de las niñas y de mis alérgicos pulmones.(Aprovecho para comentaros que la cebolla funciona tan bien como los anti-histamínicos, porque no tuve que salir corriendo a la farmacia). El hombre de la casa llegó un poco más tarde. David, el hombre tranquilo, congenió inmediatamente con las niñas, especialmente Carmen que lo utilizó de sillón o de saco de golpes porque no hacía más que subirse encima de él y acosarle, literalmente.
Un paseo por los alrededores, impresionantes, y una visita a un parque infantil en medio de un bosque de gigantescos árboles llamados "red woods", ayudó a tranquilizar a las fieras.
Al día siguiente una espectacular tormenta nos retuvo en casa, pero no nos importó lo más mínimo. Ana y yo a darle al palique, Toño a ratos con la piragua, haciendo turnos con las pasajeras y a ratos en la super piscina climatizada que había en la urbanización. El viernes ya nos lanzamos a comernos Frisco, hiciese el tiempo que hiciese... y salió el sol. Ferry desde Tiburón al Pier 41, así que la primera excursión por el camino. Parada en Sausalito, Golden Gate a la derecha, Alcatraz a nuestra izquierda y llegada en el centro de una de las zonas más turísticas de la ciudad, Pier 39, Fisherman's Warf, Cable Car para subir a Lombard St. y ver la famosa cuesta "Crookedest", fotos, fotos, más fotos y Carmenada en el Pier 39. Este embarcadero está abarrotado de tiendas, atracciones, restaurantes... de todo, y a la moza no se le ocurrió otra cosa que ir a su bola, pese a que le había advertido mil veces. El caso es que I panicked y movilicé al puerto entero, incluida la policía. Voy a dejar de ver Mentes Criminales, CSI y series por el estilo, porque siempre piensas en lo peor, más aún si estás en el país donde se ambientan. Inmediatamente apareció, pero la lividez no se me fue de la cara en todo el día, aunque a ella no pareció afectarle para nada porque siguió en la misma onda. Visita a los leones marinos, paseito hasta Embarcadero para coger un ferry tardió de vuelta a casita.
El domingo, Ana quiso llevarnos a Santa Cruz, hacia el sur. Su intención era enseñarnos también Monterey y Carmel, el pueblecito de Clint Eastwood, pero las dos horas de viaje, nos echaron para atrás y menos mal, porque después nos enteramos que las lluvias de esos días habían provocado un desprendimiento de tierra y lodo, cortando la carretera.
Santa Cruz fue una delicía. El mar lleno de cabezas agarradas a tablas, o sea, surferos. Parecía un hormiguero. Las niñas aprovecharon para mojarse, rebozarse en la arena y guarrear todo lo que pudieron. Almuerzo en un encantador restaurante llamado, Chocolate, donde nos pusimos las botas. Visita a la librería que comunicaba con el restaurante y más libros para la maleta!!! Yo no se si vamos a tener que volver en barco para poder llevarlos todos. De vuelta a casa, David nos tenía preparada una riquísima cena, barbacoa incluida. Este hombre no tiene precio. El mío, pamtoto!
Y llego el lunes, nuestro último día!!! San Francisco, allá vamos!!! Castro, el barrio del arco iris; Street-car, flipa que son todavía los de los años 50 y siguen andando; Union Square y viaje a la milenaria China, porque entrar en el Chinatown de San Francisco es como viajar a Pekín. De tiendita en tiendita nos fuimos acercando al TransAmerica Building, y pronto estuvimos en Macaroni! El restaurante en el que Tita Sandra había trabajado hace unos cuantos años. Allí estaba Mario, el dueño del local, que se acordaba perfectamente de la simpática y alocada española que había trabajado para él. Cafetito, fotos de rigor, recuerdos para todos y de vuelta a la calle. CityLights, una librería con mucho carácter, los alrededores del TransAmerica Building, y columpios en pleno Chinatown. Una situación un poco extraña, porque las niñas y otros niños, jugaban en la zona de juegos y a 10 metros, los chinos jugaban a las cartas y apostaban a no se que juego en pleno parque. Y dió la hora de la cena. Ana y David nos querían enseñar un restaurante chino muy especial. Era un sitio pequeño y nada lujoso, excepto la comida, porque fue lo mejor que hemos cenado en mucho tiempo y no tiene nada, pero nada que ver con lo que se come en los chinos de España. Simplemente, delicioso. Si a alguien le sirve de referencia, en la pared había varias fotos de famosos cenando allí, pero la única que tiene un significado en cuanto a buena referencia, es la de Jamie Oliver, el super chef inglés. House of Nanking es un must cluniario para todo aquel que visite San Francisco y está frente al Zoetrope, el edificio de Coppola y a 50 metros del Macaroni!
El día siguiente, ya es historia, al menos en este blog, porque es el día en el que volamos a Seattle y volvimos a casa. Por cierto, no hemos comentado lo barato y bien que se vuela con VirginAmerica, un lowcost que ya quisiera Iberia acercarse, las niñas están todavía aluncinando porque tenían hasta un mando para jugar videojuegos en la pantalla de su asiento. Aprovecho para darles de nuevo las gracias a David y Ana por ser tan magníficos anfitriones. LOL and XOXO.
El madrugón nos dejó a medio gas, así que nos hicimos fuertes durante un rato en su preciosa casa justo sobre el agua de la bahía de San Francisco, con guitarras que Carmen aporreó nada más llegar y un maravilloso perro, Beluga, que hizo las delicias de las niñas y de mis alérgicos pulmones.(Aprovecho para comentaros que la cebolla funciona tan bien como los anti-histamínicos, porque no tuve que salir corriendo a la farmacia). El hombre de la casa llegó un poco más tarde. David, el hombre tranquilo, congenió inmediatamente con las niñas, especialmente Carmen que lo utilizó de sillón o de saco de golpes porque no hacía más que subirse encima de él y acosarle, literalmente.
Un paseo por los alrededores, impresionantes, y una visita a un parque infantil en medio de un bosque de gigantescos árboles llamados "red woods", ayudó a tranquilizar a las fieras.
Al día siguiente una espectacular tormenta nos retuvo en casa, pero no nos importó lo más mínimo. Ana y yo a darle al palique, Toño a ratos con la piragua, haciendo turnos con las pasajeras y a ratos en la super piscina climatizada que había en la urbanización. El viernes ya nos lanzamos a comernos Frisco, hiciese el tiempo que hiciese... y salió el sol. Ferry desde Tiburón al Pier 41, así que la primera excursión por el camino. Parada en Sausalito, Golden Gate a la derecha, Alcatraz a nuestra izquierda y llegada en el centro de una de las zonas más turísticas de la ciudad, Pier 39, Fisherman's Warf, Cable Car para subir a Lombard St. y ver la famosa cuesta "Crookedest", fotos, fotos, más fotos y Carmenada en el Pier 39. Este embarcadero está abarrotado de tiendas, atracciones, restaurantes... de todo, y a la moza no se le ocurrió otra cosa que ir a su bola, pese a que le había advertido mil veces. El caso es que I panicked y movilicé al puerto entero, incluida la policía. Voy a dejar de ver Mentes Criminales, CSI y series por el estilo, porque siempre piensas en lo peor, más aún si estás en el país donde se ambientan. Inmediatamente apareció, pero la lividez no se me fue de la cara en todo el día, aunque a ella no pareció afectarle para nada porque siguió en la misma onda. Visita a los leones marinos, paseito hasta Embarcadero para coger un ferry tardió de vuelta a casita.
El domingo, Ana quiso llevarnos a Santa Cruz, hacia el sur. Su intención era enseñarnos también Monterey y Carmel, el pueblecito de Clint Eastwood, pero las dos horas de viaje, nos echaron para atrás y menos mal, porque después nos enteramos que las lluvias de esos días habían provocado un desprendimiento de tierra y lodo, cortando la carretera.
Santa Cruz fue una delicía. El mar lleno de cabezas agarradas a tablas, o sea, surferos. Parecía un hormiguero. Las niñas aprovecharon para mojarse, rebozarse en la arena y guarrear todo lo que pudieron. Almuerzo en un encantador restaurante llamado, Chocolate, donde nos pusimos las botas. Visita a la librería que comunicaba con el restaurante y más libros para la maleta!!! Yo no se si vamos a tener que volver en barco para poder llevarlos todos. De vuelta a casa, David nos tenía preparada una riquísima cena, barbacoa incluida. Este hombre no tiene precio. El mío, pamtoto!
Y llego el lunes, nuestro último día!!! San Francisco, allá vamos!!! Castro, el barrio del arco iris; Street-car, flipa que son todavía los de los años 50 y siguen andando; Union Square y viaje a la milenaria China, porque entrar en el Chinatown de San Francisco es como viajar a Pekín. De tiendita en tiendita nos fuimos acercando al TransAmerica Building, y pronto estuvimos en Macaroni! El restaurante en el que Tita Sandra había trabajado hace unos cuantos años. Allí estaba Mario, el dueño del local, que se acordaba perfectamente de la simpática y alocada española que había trabajado para él. Cafetito, fotos de rigor, recuerdos para todos y de vuelta a la calle. CityLights, una librería con mucho carácter, los alrededores del TransAmerica Building, y columpios en pleno Chinatown. Una situación un poco extraña, porque las niñas y otros niños, jugaban en la zona de juegos y a 10 metros, los chinos jugaban a las cartas y apostaban a no se que juego en pleno parque. Y dió la hora de la cena. Ana y David nos querían enseñar un restaurante chino muy especial. Era un sitio pequeño y nada lujoso, excepto la comida, porque fue lo mejor que hemos cenado en mucho tiempo y no tiene nada, pero nada que ver con lo que se come en los chinos de España. Simplemente, delicioso. Si a alguien le sirve de referencia, en la pared había varias fotos de famosos cenando allí, pero la única que tiene un significado en cuanto a buena referencia, es la de Jamie Oliver, el super chef inglés. House of Nanking es un must cluniario para todo aquel que visite San Francisco y está frente al Zoetrope, el edificio de Coppola y a 50 metros del Macaroni!
El día siguiente, ya es historia, al menos en este blog, porque es el día en el que volamos a Seattle y volvimos a casa. Por cierto, no hemos comentado lo barato y bien que se vuela con VirginAmerica, un lowcost que ya quisiera Iberia acercarse, las niñas están todavía aluncinando porque tenían hasta un mando para jugar videojuegos en la pantalla de su asiento. Aprovecho para darles de nuevo las gracias a David y Ana por ser tan magníficos anfitriones. LOL and XOXO.
A Sandra, si los anónimos escribimos así es porque somos inútiles con la tecnología, o no queremos que sepais quienes somos. Pero seguro seguro que nos conocemos desde hace unos "poquitos" añitos, pregunta a la 2ª gallo.
ResponderEliminarUna pista, firmo MAG, bss.
Eres un amigo gallego, guapo, alto y amante de la jardinería? A que he acertado?
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