Se llamaba Terry. Apareció igual que desapareció... por sorpresa. Nuestro osito canadiense se encontró con una de nuestras chicas y, como no podía ser de otra manera, se quedó prendado. Ella estaba mirando qué autobús tomar pero Terry interpretó que estaba sola y desamparada. El ofreció su ayuda en inglés y ella le contestó siempre en español. Era un diálogo de besugos (Adónde vas? Manzanas traigo!) pero no les importó. El lenguaje corporal lo decía todo. Y surgió el amor...
Terry acompañó a nuestra ojoplática amiga media hora de bus hasta el mismo centro de Vancouver, QUÉ CABALLERO!!! Perdón, que él era, según sus palabras, un gentleman y ella una lady. Allí, le invitó a un capuccino (qué romántico) en el Starbucks. Llegado el momento, se armó de valor y le ofreció, ATENCIÓN!, miel en la yema de su tembloroso dedo. Ella, estre sorprendida y ruborizada, le contestó que en España también tenemos miel y la cogió ella misma del bote. Si hubiese sido sirope de arce le habría arrancado hasta la tercera falange! Pero Terry no se rindió.
Ella le hablaba de su viaje a Canadá y él le contaba detalles de su vida por si la convencía de quedarse: "Tengo un perro (le enseñó la foto), un coche (más fotos), vivo en South Granville (y más)". Como sabía que el tiempo corría en su contra, desplegó todos sus encantos (ojos entreabiertos, mirada de lado, pose de cowboy) y, por si acaso, acudió a un clásico: "Toca mis músculos". Ella, más sorprendida que presa del deseo, le pellizcó tenuemente el bíceps y, ante la invitación a seguir tocando, le dijo, "Me planto!!!".
Los gestos y las miradas eran muy elocuentes pero por si acaso nuestra amiga le invitó a subir al tercer piso de Chapters, la librería junto al Starbucks. Él, cegado por el amor y un deseo desbocado, pensó que iban a un reservado. Ella, encantada de recibir atenciones pero deseando calmar los ánimos -y las hormonas- fue a la sección de diccionarios y cogió el Español-Inglés para facilitar la comunicación. Terry, inasequible al desaliento, interpretó los mensajes a su manera y pensó: "Esta chica no sólo es formal sino que, además, es culta".
Bajaron al Starbucks otra vez y como en el cuento, dieron las doce, la hora a la que la Panda Fuchu había acordado encontrarse. Los otros cuatro vieron a nuestra amiga hablando animadamente con un extraño y pensaron que era español. No sabían que entre ellos había saltado la chispa del amor. Se acercaron a saludar a los tortolitos... y se rompió el encanto. Terry, rodeado de extraños y nada dispuesto a compartir a su amada, se aprestó a decir adiós. Ella le quiso dar dos sonoros besos (de los de abuela) pero el segundo se quedó en el aire... porque nuestro Terry desapareció decepcionado, contrariado, dolido? Quién sabe!!!
Fdo. Corín Tellado
Los hechos que aquí se han relatado responden fidedignamente a la realidad. En manos del lector/a queda averiguar quién fue la españolita que enamoró perdidamente a Terry.
Terry acompañó a nuestra ojoplática amiga media hora de bus hasta el mismo centro de Vancouver, QUÉ CABALLERO!!! Perdón, que él era, según sus palabras, un gentleman y ella una lady. Allí, le invitó a un capuccino (qué romántico) en el Starbucks. Llegado el momento, se armó de valor y le ofreció, ATENCIÓN!, miel en la yema de su tembloroso dedo. Ella, estre sorprendida y ruborizada, le contestó que en España también tenemos miel y la cogió ella misma del bote. Si hubiese sido sirope de arce le habría arrancado hasta la tercera falange! Pero Terry no se rindió.
Ella le hablaba de su viaje a Canadá y él le contaba detalles de su vida por si la convencía de quedarse: "Tengo un perro (le enseñó la foto), un coche (más fotos), vivo en South Granville (y más)". Como sabía que el tiempo corría en su contra, desplegó todos sus encantos (ojos entreabiertos, mirada de lado, pose de cowboy) y, por si acaso, acudió a un clásico: "Toca mis músculos". Ella, más sorprendida que presa del deseo, le pellizcó tenuemente el bíceps y, ante la invitación a seguir tocando, le dijo, "Me planto!!!".
Los gestos y las miradas eran muy elocuentes pero por si acaso nuestra amiga le invitó a subir al tercer piso de Chapters, la librería junto al Starbucks. Él, cegado por el amor y un deseo desbocado, pensó que iban a un reservado. Ella, encantada de recibir atenciones pero deseando calmar los ánimos -y las hormonas- fue a la sección de diccionarios y cogió el Español-Inglés para facilitar la comunicación. Terry, inasequible al desaliento, interpretó los mensajes a su manera y pensó: "Esta chica no sólo es formal sino que, además, es culta".
Bajaron al Starbucks otra vez y como en el cuento, dieron las doce, la hora a la que la Panda Fuchu había acordado encontrarse. Los otros cuatro vieron a nuestra amiga hablando animadamente con un extraño y pensaron que era español. No sabían que entre ellos había saltado la chispa del amor. Se acercaron a saludar a los tortolitos... y se rompió el encanto. Terry, rodeado de extraños y nada dispuesto a compartir a su amada, se aprestó a decir adiós. Ella le quiso dar dos sonoros besos (de los de abuela) pero el segundo se quedó en el aire... porque nuestro Terry desapareció decepcionado, contrariado, dolido? Quién sabe!!!
Fdo. Corín Tellado
Los hechos que aquí se han relatado responden fidedignamente a la realidad. En manos del lector/a queda averiguar quién fue la españolita que enamoró perdidamente a Terry.