lunes, 30 de agosto de 2010

La gran ciudad de la isla

Domingo 29 de agosto de 2010

El tiempo nos está acompañando bastante. Nubes por momento y sol durante casi todo el día, así que no podemos desperdiciar una jornada de turismo antes de que nos golpée el otoño con toda su dureza canadiense.Fuimos directos desde la estación de Burnaby a la estación de Science World. No hay perdida porque a lo lejos ya se puede ver la figura de una gigántesca esfera plateada. Es un museo de las ciencias con mil actividades para las niñas y un cine IMAX. Lo primero de todo fue ir directos al mostrador de información y comprobamos que también tienen una suscripción anual que en dos visitas amortizas. Cuando llegue el frio creo que pasaremos allí muchos fines de semana.
Pero esta vez, no entramos. Preferíamos pasear a lo largo del golfo (False Creek) para llegar a la isla de Granville (3-4km). Además, el paseo atravesaba lo que este mismo año fue la Villa Olímpica, así que para mi tenía doble interés.En 20 minutos estábamos a las puertas de Granville Island, quizás un poco más porque había que hacer fotos de cada rincón. Nada más entrar, atravesamos un ¡parque acuático!, como cualquier parque infantil pero lleno de chorros de agua, mangueras y un super tobogan, bastante más grande que el que nos encontramos en Stanley Park. Os podéis imaginar lo que dijeron las niñas.
Aún así, conseguimos ir al mercado. Si Granville Island son un montón de viejas naves industriales que albergan en su interior mil tiendas de mil cosas distintas. Una nave es de juguetes y cosas de niños, otras de arte... y una central con alimentación. Hay de todo. Por haber había hasta botes de ¡Pimentón de la Vera! a unos 5 $ el bote pequeño. Es una visita imprescindible.
Sólo compramos arándanos. Por mucho que os sorprenda es la fruta más barata, está buenísima y es local. La venden por cajas como de medio kilo.
Tras una vuelta rápida y comer unos bocatas junto al embarcadero, volvimos directos al parque. No hacía mucho calor, pero la tentación superaba el frío con creces. Era una gozada ver a las crias jugar con todas las mangueras y, sobre todo, tirarse de un tobogan que tenía varios giros y hacía que cada vez las niñas apareciesen al final en cualquier posición menos la deseada.
Diez o doce chapuzones después, ambas decidieron que querían secarse y entrar en calor. Pero una vez vestidas, salieron corriendo a jugar a los columpios y toboganes normales.
Todavía tuvimos tiempo de volver al mercado y comprar una orquidea para Norma. Probablemente, esta sería la última noche que ibamos a pasar en su casa, así que queríamos despedirnos con el mismo calor con el que ella nos había acogido.
Lo mejor fue cruzar todo el mercado con la orquidea en la mano, intentando que nadie la golpease. El camino de vuelta iba a ser demasiado para las niñas, así que la mejor opción era subirse al Aquabus, una especie de taxi-barco que te lleva a varias zonas de una orilla a otra.
Después había que volver al SkyTrain, pero afortunadamente no había mucha gente así que la orquidea llegó en perfecto estado a su nuevo emplazamiento.
Norma no estaba en casa y las niñas escondieron la planta para poder sorprenderla mientras nosotros preparábamos unos noodles para cenar.
No sé quién estaba más contento con las sorpresa, porque las niñas disfrutaron mucho dándosela y agradeciéndole lo amable que había sido con nosotros. No os podéis imaginar lo increíble que es esta persona. Estoy segura de que seguiremos en contacto durante mucho tiempo.
Eso es todo por hoy. Las conexiones wi-fi duran lo que dura... el rato que estás en el café. Nos leemos. Ciao!

No hay comentarios:

Publicar un comentario