El domingo pasado hacía frio, frio, frio. No tanto como el que ha hecho esta semana, u hoy, -12, pero el sol era demasiado atractivo como para perderse un paseo. Llevábamos mucho tiempo viendo el edificio del River Market desde el SkyTrain, pero nunca nos habíamos puesto el objetivo de explorar la zona. Cogimos las bicis de los mayores, el patinete, gentileza del amable ladrón de bicicletas, y nos montamos en nuestro querido bus 159 para llegar hasta el SkyTrain. De ahí sólo dos paradas para llegar a nuestro destino: New Westminster.
De hecho, New Westminster es la primera capital que tuvo British Columbia, así que es la más antigua de la zona. Lo de los años es importante en un país tan nuevo, porque las ciudades tienen más carácter y encanto. Antes de llegar al paseo hay que cruzar unas vías de tren y el antiguo edificio de la estación, lo han convertido en un precioso restaurante, aunque sea de una franquicia muy famosa por aquí: The Keg. Lo bueno es que aunque sea franquicia es restaurante, no un fast food. Chus y Sandra, saben lo que se come en los Kegs, porque se pusieron bien de chuletón en Whistler.
El paseo empieza a la entrada del River Market, un antiguo mercado que están empezando a revitalizar con nuevas tiendas y varios negocios. Pero había que aprovechar el sol antes de buscar cobijo. Justo al inicio hay un soldado de plomo gigántesco que parece dar la bienvenida a los barcos que atracan allí. Recorrimos todo el paseo junto al río y unas urbanizaciones preciosas que tenían estanques en lugar de jardín. Será que les parece poca agua la que tienen enfrente de sus casas, que dan todas al Fraser River, un río que deja pequeño al Ebro. Antes de finalizar el paseo, nos encontramos una mina en el camino. Efectivamente, un parque completamente mimetizado con la zona: barcos, submarinos, faros... pero eran toboganes, columpios y cosas del estilo.
Por turnos, Toño y yo, seguimos explorando la zona y al final, con la ayuda de un pato, convencimos a las fieras para que viniesen a ver lo que había más adelante.
El pato no es que hiciese nada, porque estaba el animal echándo una siesta al sol, pero al explicarles a las niñas la posición en la que se encontraba, la curiosidad pudo más que el parque y corrieron a ver la novedad. Estaréis pensando, ¿Qué tiene de novedad un pato? Ni que en Canadá tuviesen 3 patas. No, tres, no. Una!
No nos habíamos encontrado nunca con un pato echándo la siesta al sol, que ni se inmutaba cuando te acercabas a verle y fotografiarle. El anade guardaba el pico entre las plumas de su lomo, mientras hacía equilibrio sobre una sola pata. Sinceramente, yo me despertaría un tanto cansada después de semejante ejercicio de estabilidad.
Finalizamos el recorrido y regresamos al inicio del paseo para comernos un bocata junto a los barcos. Todos los barcos son para pequeñas cargas de madera o imagino que para llevar cosas a la otra orilla. También tienen pequeños cruceros para hacer un recorrido por el río y un antiguo barco de vapor que está abierto al público como museo. En cuanto las niñas se enteraron de que podían subir, allá que se fueron. Tocaron todo lo que pudieron y disfrutaron de su momento marinero.
El sol empezaba a esconderse y el apretón del frío nos llevó al interior del River Market. Y, hete aquí, que nada más entrar por la escalera exterior nos encontramos: UNA ESCUELA DE CIRCO. Está abierta todos los días para dar cursos de trapecio, malabares, equilibrismo, aéreos... de todo. Y los sábados ofrecen lecciones de una hora a cualquiera que quiera probar. ¿A qué ya sabéis de qué va a ir el próximo post? Pasarán unos días, porque las fieras tienen ahora un cartel en la nevera en el que tienen que apuntar los puntos positivos que ganan para poder ir.
De allí, bajamos a la planta de calle donde hay un supermercado de productos orgánicos que, sorprendentemente, está muy bien de precio y en el que Toño y las niñas se han aficionado a comprar sticks ambientadores, de mil aromas, para quemar. Se pasaron como diez minutos oliendo cada palito. Para mí que se estaban colocando con el perfume. El caso es que compramos de todo y no necesitábamos de nada. ¡Es lo que tienen los sitios estupendos!
No nos habíamos encontrado nunca con un pato echándo la siesta al sol, que ni se inmutaba cuando te acercabas a verle y fotografiarle. El anade guardaba el pico entre las plumas de su lomo, mientras hacía equilibrio sobre una sola pata. Sinceramente, yo me despertaría un tanto cansada después de semejante ejercicio de estabilidad.
Finalizamos el recorrido y regresamos al inicio del paseo para comernos un bocata junto a los barcos. Todos los barcos son para pequeñas cargas de madera o imagino que para llevar cosas a la otra orilla. También tienen pequeños cruceros para hacer un recorrido por el río y un antiguo barco de vapor que está abierto al público como museo. En cuanto las niñas se enteraron de que podían subir, allá que se fueron. Tocaron todo lo que pudieron y disfrutaron de su momento marinero.
El sol empezaba a esconderse y el apretón del frío nos llevó al interior del River Market. Y, hete aquí, que nada más entrar por la escalera exterior nos encontramos: UNA ESCUELA DE CIRCO. Está abierta todos los días para dar cursos de trapecio, malabares, equilibrismo, aéreos... de todo. Y los sábados ofrecen lecciones de una hora a cualquiera que quiera probar. ¿A qué ya sabéis de qué va a ir el próximo post? Pasarán unos días, porque las fieras tienen ahora un cartel en la nevera en el que tienen que apuntar los puntos positivos que ganan para poder ir.
De allí, bajamos a la planta de calle donde hay un supermercado de productos orgánicos que, sorprendentemente, está muy bien de precio y en el que Toño y las niñas se han aficionado a comprar sticks ambientadores, de mil aromas, para quemar. Se pasaron como diez minutos oliendo cada palito. Para mí que se estaban colocando con el perfume. El caso es que compramos de todo y no necesitábamos de nada. ¡Es lo que tienen los sitios estupendos!
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