Hola de nuevo! Os escribimos desde Burnaby, un poco más cerca de Downtown Vancouver. El jueves pasado fue una locura de día. Las peques se fueron con las vecinas y no las vimos hasta poco antes de marchar: jugaron, tostaron marshmallows (nubes), vieron una peli... Cris y yo, mientras tanto, estuvimos de limpieza y tratando de que las cosas entraran en las maletas. Las que no cabían se las quedaron las vecinas o la propia Liesa.
Para el traslado a Burnaby pedimos ayuda a Alan, que iba a Downtown y le pillaba casi de paso. Liesa vino de refuerzo, reclinó el asiento de atrás y pudimos meter las SIETE!!! maletas grandes. Las otras (cuatro pequeñas más mochilas y ordenadores) fueron a los huecos de uno y otro coche. Por cierto, no tenemos ni una mísera foto porque estábamos a otra cosa. Sí, tan centrados estábamos en las maletas que olvidamos la comida dentro del frigo.
Las niñas y Cris fueron con Allan y Liesa y yo subí la bici al bus y luego cogí el SkyTrain. Resulta que ofrecí a Norma mi bici y la muy osada dijo que sí (la tengo sin frenos), así que se la traje y ahora la tenemos a nuestra disposición (para matarnos en cualquier momento por las cuestas de la zona, vaya). Bueno, que hay un taller a la vuelta de la esquina. La llegada a casa de Norma fue extraña, todos teníamos la sensación de haber vivido aquello: de nuevo en Burnaby, nadie en casa, sin saber si cocinar o esperar... Norma y Emma llegaron muy tarde (nos dio tiempo a cenar, dar un paseo, ordenar...) y nos quedamos con ellas raja que te raja hasta casi la 1 de la mañana. Para nosotros era como asistir a una obra de teatro. Son dos personas divertidísimas que cuentan anécdotas increíbles y que tienen una gestualidad desbordante. Como dicen por aquí, son two of a kind, o sea, tal para cual.
CANADA DAY: Ayer se celebraba el Día de Canadá. Toda la ciudad tenía eventos repartidos por mil esquinas, calles y plazas. Nosotros elegimos Granville Island. Nos bajamos del SkyTrain en Science World y de ahí caminamos 3´5 kilómetros por False Creek hasta Granville Island. Es un paseo delicioso. A las niñas les prometimos algo rico para comer y buena compañía y no protestaron ni una vez. Además, ya tienen la clara sensación de que nos vamos y tratan de disfrutar cada momento y de observar con atención la ciudad porque saben que en bastante tiempo no la verán.
Granville Island suele estar animado cualquier día de la semana, los fines de semana aún más pero el Día de Canadá no os podéis ni imaginar cómo estaba aquello. Aun con todo, nos las ingeniamos para sentarnos en el Blue Parrot, el café del mercado de Granville. Allí nos juntamos con Carmen Aguirre nuevamente porque tocaba despedirnos definitivamente, conocer a Santiago (su hijo, cuatro años) y que, de paso, nos firmara un último libro para Norma. Hicimos cola para pedir en los puestos y comimos pizza. Después, paseíto por las calles de Granville Island y a jugar junto al estanque! Había mil atracciones y actuaciones por toda la isla, pero donde esté un río para saltar y un buen césped para tirarse... Y ahí estuvimos, los tres peques jungando y los mayores hablando y hablando de libros, de planes, de lo divino y de lo humano. A las cuatro nos despedimos (seguro que nos vemos en España cuando el libro se publique allí) y nosotros nos quedamos en el Starbucks a tomar un café y, sobre todo, para ir al baño porque las colas eran inmensas en Granville. Qué casualidad, nos encontramos allí con unas chilenas y, por supuesto, hablamos del libro y de mil cosas más.
Habíamos quedado con Norma para cenar en un restaurante de West Vancouver, al otro lado de Burrard Inlet. Al principio íbamos habíamos acordado juntarnos en la cervecería de Granville Island pero Norma, con mucho tino, decidió cambiar el lubar de encuentro, previendo que estaría fatal el tráfico, y vernos en Lonsdale Quay, fuera de todo el colapso que era ayer Downtown. Qué decisión tan acertada! Nosotros pateamos el puente de Granville (qué vistas de la ciudad, de todas las montañas y del océano!) y atravesamos Downtown hasta el Canada Place, donde había un ambiente tremendo. Después, seabus y encuentro con Norma y Emma, que en un periquete nos llevaron al restaurante.
Si no fuera porque conocemos las vistas de la casa de Tillat y Farooq, que son inmejorables, el restaurante Salmon House on the Hill nos habría dejado ojopláticos. Está ubicado en la falda de la montaña y domina todo Vancouver desde arriba. Tiene un comedor precioso con decoración first nation (indio canadiense) con una cristalera inmensa que da a la ciudad. La comida estaba muy rica: muchas verduritas y pescado de calidad y unos postres fabulosos. Por si fuera poco, había música en directo. Un pianista graciosísimo nos amenizó la cena con música bailonga, clásicos del soul... Fuimos a bailar media docena de veces con él (es que hacía paradas cada 20 minutos) y desvariamos todo lo que quisimos y más. Los Gallo-Peña somos gamberretes, pero Norma y Emma nos superan con creces, así que imaginaros la que se lió. El pianista nos hacía la ola porque, según nos contó Norma que conoce bien este restaurante, normalmente todo el mundo lo ignora y sigue son su cena y ayer montamos un show entre todos que le dejó encantado y animó al resto de comensales. Es que era Canada Day y había que celebrar... Como colofón, vimos los fuegos artificiales en North Vancouver y en Downtown desde nuestro privilegiado mirador. TODO UN LUJO!!!
Para el traslado a Burnaby pedimos ayuda a Alan, que iba a Downtown y le pillaba casi de paso. Liesa vino de refuerzo, reclinó el asiento de atrás y pudimos meter las SIETE!!! maletas grandes. Las otras (cuatro pequeñas más mochilas y ordenadores) fueron a los huecos de uno y otro coche. Por cierto, no tenemos ni una mísera foto porque estábamos a otra cosa. Sí, tan centrados estábamos en las maletas que olvidamos la comida dentro del frigo.
Las niñas y Cris fueron con Allan y Liesa y yo subí la bici al bus y luego cogí el SkyTrain. Resulta que ofrecí a Norma mi bici y la muy osada dijo que sí (la tengo sin frenos), así que se la traje y ahora la tenemos a nuestra disposición (para matarnos en cualquier momento por las cuestas de la zona, vaya). Bueno, que hay un taller a la vuelta de la esquina. La llegada a casa de Norma fue extraña, todos teníamos la sensación de haber vivido aquello: de nuevo en Burnaby, nadie en casa, sin saber si cocinar o esperar... Norma y Emma llegaron muy tarde (nos dio tiempo a cenar, dar un paseo, ordenar...) y nos quedamos con ellas raja que te raja hasta casi la 1 de la mañana. Para nosotros era como asistir a una obra de teatro. Son dos personas divertidísimas que cuentan anécdotas increíbles y que tienen una gestualidad desbordante. Como dicen por aquí, son two of a kind, o sea, tal para cual.
CANADA DAY: Ayer se celebraba el Día de Canadá. Toda la ciudad tenía eventos repartidos por mil esquinas, calles y plazas. Nosotros elegimos Granville Island. Nos bajamos del SkyTrain en Science World y de ahí caminamos 3´5 kilómetros por False Creek hasta Granville Island. Es un paseo delicioso. A las niñas les prometimos algo rico para comer y buena compañía y no protestaron ni una vez. Además, ya tienen la clara sensación de que nos vamos y tratan de disfrutar cada momento y de observar con atención la ciudad porque saben que en bastante tiempo no la verán.
Granville Island suele estar animado cualquier día de la semana, los fines de semana aún más pero el Día de Canadá no os podéis ni imaginar cómo estaba aquello. Aun con todo, nos las ingeniamos para sentarnos en el Blue Parrot, el café del mercado de Granville. Allí nos juntamos con Carmen Aguirre nuevamente porque tocaba despedirnos definitivamente, conocer a Santiago (su hijo, cuatro años) y que, de paso, nos firmara un último libro para Norma. Hicimos cola para pedir en los puestos y comimos pizza. Después, paseíto por las calles de Granville Island y a jugar junto al estanque! Había mil atracciones y actuaciones por toda la isla, pero donde esté un río para saltar y un buen césped para tirarse... Y ahí estuvimos, los tres peques jungando y los mayores hablando y hablando de libros, de planes, de lo divino y de lo humano. A las cuatro nos despedimos (seguro que nos vemos en España cuando el libro se publique allí) y nosotros nos quedamos en el Starbucks a tomar un café y, sobre todo, para ir al baño porque las colas eran inmensas en Granville. Qué casualidad, nos encontramos allí con unas chilenas y, por supuesto, hablamos del libro y de mil cosas más.
Habíamos quedado con Norma para cenar en un restaurante de West Vancouver, al otro lado de Burrard Inlet. Al principio íbamos habíamos acordado juntarnos en la cervecería de Granville Island pero Norma, con mucho tino, decidió cambiar el lubar de encuentro, previendo que estaría fatal el tráfico, y vernos en Lonsdale Quay, fuera de todo el colapso que era ayer Downtown. Qué decisión tan acertada! Nosotros pateamos el puente de Granville (qué vistas de la ciudad, de todas las montañas y del océano!) y atravesamos Downtown hasta el Canada Place, donde había un ambiente tremendo. Después, seabus y encuentro con Norma y Emma, que en un periquete nos llevaron al restaurante.
Si no fuera porque conocemos las vistas de la casa de Tillat y Farooq, que son inmejorables, el restaurante Salmon House on the Hill nos habría dejado ojopláticos. Está ubicado en la falda de la montaña y domina todo Vancouver desde arriba. Tiene un comedor precioso con decoración first nation (indio canadiense) con una cristalera inmensa que da a la ciudad. La comida estaba muy rica: muchas verduritas y pescado de calidad y unos postres fabulosos. Por si fuera poco, había música en directo. Un pianista graciosísimo nos amenizó la cena con música bailonga, clásicos del soul... Fuimos a bailar media docena de veces con él (es que hacía paradas cada 20 minutos) y desvariamos todo lo que quisimos y más. Los Gallo-Peña somos gamberretes, pero Norma y Emma nos superan con creces, así que imaginaros la que se lió. El pianista nos hacía la ola porque, según nos contó Norma que conoce bien este restaurante, normalmente todo el mundo lo ignora y sigue son su cena y ayer montamos un show entre todos que le dejó encantado y animó al resto de comensales. Es que era Canada Day y había que celebrar... Como colofón, vimos los fuegos artificiales en North Vancouver y en Downtown desde nuestro privilegiado mirador. TODO UN LUJO!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario