VIERNES 7, CENA CON LOS KHALLID: Nuestros amigos Tillat y Farooq vinieron desde North Vancouver (pobreticos, hora y media les costó llegar con el tráfico) a cenar a nuestra casa de Port Coquitlam. Nos trajeron dos estupendos regalos, uno para los mayores (una exquisita tarta de queso especialidad de Tillat, finger-licking good!!!) y otro para las pequeñas (vinieron con Fabiola, una joven brasileña que está alojada en su casa). Llegaron prontito, con tiempo de ver preparar la coca (tomates, pimientos, cebollas y berenjenas asadas y todo ello sobre una pasta al horno) y la tortilla de patata (no necesita explicación, no?).
Cenamos mú a gustito y a los postres llegaron Chus y Sandra de Whistler, una estación de esquí a 3 horas y media de casa. Sí, está lejos pero dicen que es la mejor nieve del mundo.
SABADO 8, DIA PARA OLVIDAR: Este día nos pasó de todo y casi nada bueno. Lo que no falló fue el bus ni el Skytrain y Chus llegó al aeropuerto safe and sound y su avión salió en hora (al tiempo que escribo este post -15 de enero- me dice Cris que el de Sandra lleva dos horas de retraso). Bueno, nuestras aventuras y desventuras del día ya os las contamos en la entrada anterior, así que me lo salto.
DOMINGO 9: QUE BIEN, QUE BIEN, HOY COMEMOS CON ISABEL: Amaneció un día precioso y nos fuimos con las bicis (servidor llegó corriendo porque un gracioso/a nos guindó la bici de Cris) a casa de Isabel, nuestra nueva amiga catalana. Conocimos a Isabel un mes después de llegar a la salida de un supermercado. Desde entonces nos habíamos encontrado un par de veces y teníamos pendiente una comida en su casa. Pues el domingo 9 llegó el día.
Picamos un poco de todo en casa de Isabel con sus hijos Armand y Julia y con su amiga Lolita, una estupenda mujer de vida harto azarosa. A los 16 años se fue de España y ha vivido en un puñado de países, Irán y Arabia Saudí entre ellos. Tiene mil historias para contar, y a cuál más interesante.
Como había salido un día soleado -para variar- nos fuimos con sus coches a conocer el lago Butzen y la zona de Belcarra, la entrada de un golfo/fiordo que tenemos a tiro de piedra de casa. El paisaje es espectacular en ambos parajes. Habrá que volver en primavera.
Volvimos a casa de Isabel a tomar café y allí nos quedamos hasta las 6 de la tarde, una hora tardísima para las costumbres canadienses. Isabel y familia son unos estupendos anfitriones, ¡el día fue una gozada!
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