Vivir tan lejos tenía que tener alguna ventaja. La primera que el Polo Norte está tan cerca que Santa Claus llega antes, incluso por la mañana; La segunda, que las 9 horas de diferencia con España nos han permitido tomar las uvas a las tres de la tarde, en conexión directa con toda la familia de Fuenmayor, y volver a celebrarlo por la noche. La principal diferencia es que mientras la mesa que veíamos en España estaba llena de comida y muchas personas queridas, la nuestra tenía arroz con huevos fritos y las mismas caras de siempre. ¡Qué bueno que existe Skype! Lo de la videoconferencia te permite ver a todo el mundo y "sentarlo" a tu mesa. Este año las niñas decidieron que se iban a tomar las uvas con las 12 campanadas, en lugar de los conguitos de otros años, y el atasco fue ¡fantástico! Teníamos también La 1 por Internet. Las campanadas llegaban con retraso porque no coincidian las de Internet con las que desde Skype nos cantaban en Fuenmayor y Carmen ni se molestaba en masticar, metía una tras otra en la boca hasta que sus mejillas alcanzaron el tamaño de los carrillos de Dizzie Gillespie tocando la trompeta. Por un momento temí que las 12 uvas saliesen disparadas contra la pantalla del ordenador y enterradas en el teclado, pero sorprendentemente se controló y vació la sobrecarga en la taza que previamente había contenido las uvas.
Con un nivel tan elevado de emoción, era difícil mantener una tarde tranquila y sosegada. A eso de las 4, Karen, otro de nuestros ángeles canadienses (es increible lo bien que se porta la gente con nosotros, a lo mejor es que tenemos cara de cachorros abandonados porque aquí nos adoptan enseguida), nos visitó acompañada por dos sobrinas de la edad de Ana y Carmen, así que las niñas estuvieron más que entretenidas jugando con sus nuevas amigas, mientras nosotros le dabamos al idioma con un té de jazmin con maple syrup. Karen, que no sabe presentarse en una casa con las manos vacías, apareció con una super ponsetia, una botella de vino blanco (que apenas tuvo tiempo de conocer la nevera) y un kit para montar una gingerbread house.
A eso de las 5 y media, Karen se despidió y nosotros decidimos preparar la cena: unas tartaletas con carne de cangrejo, gambas a la plancha, salmón al horno (aquí no saben qué es un besugo) y macedonia de frutas. El problema fue que mientras organizabamos la comida quisimos hacer aprecio del regalo de Karen: las niñas montaban la casa de pan de jengibre y nosotros catámos el vino... YIHIEEEE, la tarde se volvió un poco loca. Después de 4 meses de total abstemia, el caldo del valle de Okanagan recorrió nuestro sistema circulatorio a la velocidad de la luz, porque alcanzó nuestras cabezas al primer trago.
La casa de jengibre empezó a tener carámbanos colgando del techo, el cangrejo saltó de la lata a las tartaletas haciendo una doble pirueta, las gambas se tumbaron a la bartola en la plancha y al salmón no hubo forma de convencerle de que se volviese besugo, ni dándole una copita de vino para ver si se animaba. Nada, no hubo forma, se quedó igual de seco que siempre.
La verdad es que nadie miraba la temperatura del horno, ni el tiempo que llevaba la comida en el fuego. La culpa fue de George Michael que se empeñó en cantar canciones muy bailables y Toño se soltó la melena, la camiseta y todo lo que se le puso por medio para explayarse a gusto en la improvisada pista de baile que había en medio de la cocina.
El resto... es historia.
Cenamos............................................................................................, sí.
Bebimos............................................................................................., también.
Dormimos.........................................................................................., la mona.
Y a la mañana siguiente, zafarrancho de combate que nos vamos a Downtown a recoger al tío Chus, que se había metido en un avión con la Nochevieja en todo lo alto.
Ni cortos, ni perezosos, cogimos dos bicis para aprovechar el día y darle a la tita Sandra la vuelta de rigor por Stanley Park, mientras Toño acortaba desde Yaletown hasta English Bay, la playa en la que habíamos quedado y donde todos los años celebran el primer día de enero bañándose, BAJO CERO!!! Lo llaman la Polar Bear y, con razón. El lago del parque estaba congelado. La bahía donde atracan los barcos, también.
El recorrido alrededor de Stanley Park cubierto por carámbanos. Ni dando pedales había forma de entrar en calor, aunque la verdad es que no había manera de calentarse porque cada 5 pedaladas había que parar a echar la foto.
El caso es que nos encontramos con Toño y las niñas al pie del Inuksuk, con Carmen amotinada porque QUERÍA BAÑARSE como el resto de locos, muchos locos, que se estaban metiendo en el agua. Y luego fue todo el camino protestando porque tenía frío en las manos. Como tiene la cabeza... de hormigón armado. Después la tita se fue con las niñas para casa y nosotros nos fuimos al aeropuerto a por el tío, que llegó a su hora, aunque el atasco en el control de pasaportes le retuvo casi una hora dentro. Dos skytrain y una autobus después nos presentamos en casa y las niñas pudieron abrazar e incordiar a otro tío.
¡FELIZ AÑO NUEVO!Cienes y cienes de locos entrando al agua
A eso de las 5 y media, Karen se despidió y nosotros decidimos preparar la cena: unas tartaletas con carne de cangrejo, gambas a la plancha, salmón al horno (aquí no saben qué es un besugo) y macedonia de frutas. El problema fue que mientras organizabamos la comida quisimos hacer aprecio del regalo de Karen: las niñas montaban la casa de pan de jengibre y nosotros catámos el vino... YIHIEEEE, la tarde se volvió un poco loca. Después de 4 meses de total abstemia, el caldo del valle de Okanagan recorrió nuestro sistema circulatorio a la velocidad de la luz, porque alcanzó nuestras cabezas al primer trago.
La casa de jengibre empezó a tener carámbanos colgando del techo, el cangrejo saltó de la lata a las tartaletas haciendo una doble pirueta, las gambas se tumbaron a la bartola en la plancha y al salmón no hubo forma de convencerle de que se volviese besugo, ni dándole una copita de vino para ver si se animaba. Nada, no hubo forma, se quedó igual de seco que siempre.
La verdad es que nadie miraba la temperatura del horno, ni el tiempo que llevaba la comida en el fuego. La culpa fue de George Michael que se empeñó en cantar canciones muy bailables y Toño se soltó la melena, la camiseta y todo lo que se le puso por medio para explayarse a gusto en la improvisada pista de baile que había en medio de la cocina.
El resto... es historia.
Cenamos............................................................................................, sí.
Bebimos............................................................................................., también.
Dormimos.........................................................................................., la mona.
Y a la mañana siguiente, zafarrancho de combate que nos vamos a Downtown a recoger al tío Chus, que se había metido en un avión con la Nochevieja en todo lo alto.
Ni cortos, ni perezosos, cogimos dos bicis para aprovechar el día y darle a la tita Sandra la vuelta de rigor por Stanley Park, mientras Toño acortaba desde Yaletown hasta English Bay, la playa en la que habíamos quedado y donde todos los años celebran el primer día de enero bañándose, BAJO CERO!!! Lo llaman la Polar Bear y, con razón. El lago del parque estaba congelado. La bahía donde atracan los barcos, también.
El recorrido alrededor de Stanley Park cubierto por carámbanos. Ni dando pedales había forma de entrar en calor, aunque la verdad es que no había manera de calentarse porque cada 5 pedaladas había que parar a echar la foto.
El caso es que nos encontramos con Toño y las niñas al pie del Inuksuk, con Carmen amotinada porque QUERÍA BAÑARSE como el resto de locos, muchos locos, que se estaban metiendo en el agua. Y luego fue todo el camino protestando porque tenía frío en las manos. Como tiene la cabeza... de hormigón armado. Después la tita se fue con las niñas para casa y nosotros nos fuimos al aeropuerto a por el tío, que llegó a su hora, aunque el atasco en el control de pasaportes le retuvo casi una hora dentro. Dos skytrain y una autobus después nos presentamos en casa y las niñas pudieron abrazar e incordiar a otro tío.
¡FELIZ AÑO NUEVO!Cienes y cienes de locos entrando al agua
New Year's Eve |
Ja, ja, ja... Me ha encantado la crónica del día de Noche Vieja, si es que la familia tronada tiene un peligro, pobre salmón....jajajaja Y mira que no dejar a la terremoto bañarse ¡Qué malos! jejeje. Me alegro de que estéis bien, hemos intentado conectar por el Skype pero no hay manera de coincidir, ya creiamos que a la familia tronada se los había tragado la nada pero nos hemos dado cuenta que soy unos auténticos "pendones". Disfrutad y Felices Reyes a todos!!!!!
ResponderEliminarNo hay cabeza buena en esa familia! ¿de dónde habré salido yo con estos parientes que tengo?. Muy bien tato, tú cuando sacas la cadera a pasear te quedas sólo (cuidadín Cris, que este no tira piedra que no caiga nuez). Si seguis dándonos estos espectáculos vamos a preferir que os quedéis, o que cuando volváis sigáis con el blog como si estuvierais allí. En fin, que no pare la música, que la conocemos pero cada día le cambiáis la letra. Muchos besos a tod@s
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